Siempre hemos escuchado que “de Santurce a Bilbao hay que ir por toda la orilla”, por la del río Nervión, que divide la ciudad bilbaína en dos, haciendo una separación perfecta entre lo antiguo y lo moderno.

En este blog hemos conseguido llegar al norte sin perderlo, aunque todo el norte de la península es para volverse loco por sus paisajes y su gastronomía. Pero hagamos parada en la capital de Vizcaya, dejemos las maletas en una casa rural y dispongámonos a disfrutar de la magia de una comarca donde la mitología cuenta que se trata de un lugar de duendes y brujas.

Su núcleo, fuerte centro comercial y financiero, se abre camino alrededor del kilómetro y medio que tiene la calle Gran Vía. Una extensión desde la que miran algunos de los edificios y comercios más representativos e importantes de Bilbao, como el Palacio Chávarri en la Plaza Moyúa o el de la Diputación Foral de Vizcaya.

Siguiendo un recorrido muy elegantemente industrializado, tendremos la oportunidad de pasear sobre la ría del Nervión por el puente Zubizuri, también conocido como puente de Calatrava nombrando así a su creador. Desembocamos frente al rascacielos de Iberdrola, el edificio más alto de esta localidad con 165 metros de altura y desde el que se mueve gran parte de la economía vasca.

Y frente a la majestuosidad de tal construcción, nos topamos con la magnificencia del Museo Guggenheim, referente en la exposición de obras de arte contemporáneo. Si por dentro es sinónimo de belleza, en su exterior lo es de grandeza, no sólo por su extensión o sus formas curvas, sino por su revestimiento en titanio. Y tanta maravilla, la custodia noche y día Puppy, un perro gigante hecho de flores naturales.

Al comenzar este post, hablábamos de que el Nervión dividía la villa en dos, el Casco Viejo o Siete calles y el Ensanche o zona nueva. En el interior de la parte antigua conviene destacar la Catedral de Santiago, la iglesia gótica más monumental de Vizcaya. Y aprovechando que nos encontramos en el centro, disfrutemos de la cocina vasca, mundialmente conocida por sus pintxos, otro de los motivos que nos dejarán enamorados de esta localidad.

Paseamos por Bilbao, una ciudad próspera económica y turísticamente hablando, y en este andar por las calles de la villa, descubrimos el arte en cada rincón de la ciudad. Una ciudad que pide paz por todas partes, ya sea con carteles colgados en las principales fachadas de los edificios más emblemáticos, o con murales pintados en cualquier lugar recóndito de la señorial Vizcaya. Así lo podemos encontrar bajo el puente de los Príncipes de España o puente de la Salve.